martes, 17 de febrero de 2009


La juventud y la drogadicción


De todo el mundo llegan datos desalentadores, (año 2003). El Office for National Statistics de Gran Bretaña indicó que en ese país “el 12% de los alumnos de entre 11 y 15 años había consumido drogas el pasado año . El cannabis
[marihuana] fue, con mucho, la más utilizada”. Especialmente preocupante es el hecho de que “a más de un tercio de estos jóvenes (el 35%) les habían ofrecido una o varias clases de droga”.

Un informe respaldado por la Unión Europea revela también que entre la gente joven “es cada vez más habitual beber hasta emborracharse”. El informe añade que el “alcoholismo tiene, a corto plazo, consecuencias nefastas, tales como accidentes, violencia y envenenamiento, así como problemas sociales y del desarrollo”. Un estudio realizado en
Japón señala que “las drogas más utilizadas por los adolescentes del país son los disolventes orgánicos, que pueden inducir al uso de otras sustancias”.

En vista de lo mencionado, es comprensible la siguiente declaración del secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan: “La droga está destruyendo a la sociedad, fomentando el delito, esparciendo enfermedades como el sida y acabando con nuestros jóvenes y nuestro futuro”. Con frecuencia, los toxicómanos se ven envueltos en el tráfico de estupefacientes y en asesinatos. Asimismo, son víctimas de la violencia o tienen relaciones sexuales de riesgo no planeadas. Un informe del gobierno de Estados Unidos señaló: “La drogadicción no es solo problema de los pobres, las minorías o los barrios bajos. Afecta a personas de toda clase social y del país entero. Es un problema
de todos”.



Drogas duras y blandas


El cannabis afecta casi todos los sistemas corporales. En él se combinan muchas de las propiedades del alcohol, los tranquilizantes, los opiáceos y los alucinógenos.

La clasificación entre drogas duras y blandas es una forma poco precisa y arbitraria de designar a las drogas que en la actualidad se encuentra en desuso.

En su origen esta distinción pretendió servir para distinguir las drogas altamente adictivas que comportan serios daños a la salud (duras), de las poco adictivas, que no presentan un riesgo grave para quien las consume (blandas).

A pesar de ello esta distinción es aún empleada tanto en el discurso oficial como en el habla informal.

Drogas duras: la cocaína, los opioides (morfina, heroína, etc.), el alcohol, o las anfetaminas son comúnmente descritas como drogas duras.
Drogas blandas: el término es aplicado generalmente a los derivados del cannabis (marihuana, hachís, etc.), a la cafeína, etc. Por lo general el término se aplica a sustancias cuyo consumo no conlleva patrones de comportamiento social desadaptativos.

Curiosamente, algunas drogas blandas como el cannabis y el khat están prohibidas en la mayoría de los países, mientras que drogas duras como el alcohol pueden ser adquiridas (aunque con restricciones) en la mayor parte del mundo. Esta paradoja ha causado no poca controversia: por ejemplo, un informe de 2001 estimó que el consumo de alcohol provocó 75.754 muertes en los Estados Unidos, mientras que jamás, en ninguna parte del mundo, ha sido comprobada una sola muerte debida al uso de marihuana.

“Un informe reciente debilita la afirmación de que el cannabis [del que se obtienen la marihuana y el hachís] es inofensivo, pues advierte que esta droga es cada vez más potente y que, a largo plazo, provoca grave daño a la salud”, señala el periódico londinense The Independent. La profesora Heather Ashton, de la Universidad de Newcastle (Inglaterra) apunta: “El cannabis afecta casi todos los sistemas corporales. En él se combinan muchas de las propiedades del alcohol, los tranquilizantes, los opiáceos y los alucinógenos”. Se sabe que afecta seriamente la capacidad de conducir. Además, puede producir graves enfermedades mentales, como la esquizofrenia; perjudica los pulmones cinco veces más que los cigarrillos; puede producir tipos extraños de cáncer de garganta y, en algunos consumidores jóvenes, infartos. En la década de 1960, un cigarrillo típico de marihuana contenía 10 miligramos de THC, una sustancia química que afecta el cerebro. “Ahora, gracias a las novedosas técnicas de cultivo, un cigarrillo de marihuana puede contener 150 miligramos de THC, y si se le añade aceite de hachís, hasta 300 miligramos”, explica el rotativo.

La distinción entre drogas duras y blandas es importante en la política de drogas de los Países Bajos, entre otros estados, donde ciertas drogas blandas gozan de la tolerancia oficial, aunque casi siempre están sujetas a restricciones en cuanto a su comercio, producción y consumo.

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